El trovador obedeció a su destino hallando maravillosos lugares por el camino. Aunque hubo un lugar de paz y reflexión repleto de historias y leyendas que quedó tejido para siempre en su corazón. Y no únicamente por el vino, que por cierto, era divino.
Quién representaba aquellas siluetas era todo un misterio. Tan sólo pudo acompañar con algunos acordes y jugar con su imaginación. Fue todo un honor formar parte de esas historias de idas y venidas, amor y detonación a tan solo unos pasos de un antiguo monasterio.
Podría ser una despedida para toda la eternidad que nadie se imaginaría. Podría ser una calurosa bienvenida, en cierto modo se percibía esa felicidad. O quizás todo era mucho más sencillo y se trataba de una declaración de amor, le dictaba su fantasía. En cualquier caso, jamás lo sabría.
Dejó atrás una bella y nostálgica canción en honor a todas esas ilusiones y decepciones que alguien vivió en una época remota. Dos personas de piedra, una guitarra y una agradable sonrisa en su rostro que le hacían parecer un pelín idiota
📸Foto: Luis Gago @destinoikigai 🔝